Tras haber cumplido un año desde que esta conducción asumió los destinos
de la Juventud Radical de Avellaneda, el aniversario merece algunas
breves reflexiones que -por supuesto- acá compartimos.
Proactividad. Durante este primer año la reactivación de la Organización partidaria juvenil era un desafío primordial. Una década de acefalía había hecho mella y la institucionalidad de la JR había desaparecido del escenario.
A tal fin, fundamos un periódico propio, denunciamos los desaciertos del gobierno local, comenzamos un programa de radio, montamos una asesoría jurídica gratuita, visitamos a centenares de jóvenes afiliados, institucionalizamos vínculos con las demás juventudes progresistas, elaboramos sesenta propuestas como plataforma electoral, promovimos un plan para la atención de problemáticas sociales en los comités de circuito, presentamos nuestros proyectos de ordenanza, participamos de una decena de entrevistas en medios locales, impulsamos con éxito la participación de jóvenes en las listas de candidatos y erigimos una biblioteca digital.
Deficiencias. No obstante haber diagnosticado con rigurosidad el problema y pese a contar con la colaboración esporádica y discontinua de nuevos jóvenes radicales, aún no hemos logrado aumentar en forma considerable la cantidad de militantes activos.
Sin embargo, y sin ser un aliciente, en todo el conurbano los jóvenes se encuentran, en mayor o menor medida, en idénticas condiciones que la JR de Avellaneda. Asimismo, a nivel local, la proporción de militantes jóvenes respecto a la totalidad del partido sigue siendo idéntica a la proporción de afiliados jóvenes respecto al total partidario. Ello -la capacidad de aumentar exponencialmente el número de jóvenes comprometidos- es el portón de entrada a un futuro con mayor inserción barrial, mayor visibilidad callejera, mayor cantidad de diagnósticos y propuestas para la ciudad.
¿Desaciertos propios? Los hay, claro que sí, y nos hacemos cargo. Todavía no hemos adquirido la habilidad de elaborar un mensaje que sea independiente de la suerte de la dirigencia provincial y nacional. Debemos ser capaces de promover la participación de los avellanedenses en un Radicalismo con fuerte pertenencia local, dedicada principalmente a afrontar las penurias del distrito. Los desaciertos de la UCR durante los últimos quince años obstaculizan la participación de los jóvenes y empañan la imagen partidaria. En ese sentido, la posibilidad de propiciar un armado político distinto al del resto del conurbano requiere de una creatividad y un esmero difíciles de hallar. Hay límites, se sabe, que resultan insuperables: así, la insuficiente disponibilidad horaria de los militantes que trabajan y estudian es hoy un recurso resignado, pero que rendirá frutos en el futuro.
Balance.
Sin vacilar debe afirmarse que se ha recuperado en este año la institucionalidad. Hoy las autoridades de la Juventud Radical son una referencia ineludible dentro de la estructura partidaria y ese debe ser el primer motivo de celebración; máxime si se recuerda que la última gestión asumió su cargo incapaz de sostenerse y al sólo efecto de complacer intereses de los sectores internos.
Pero el balance también es positivo porque, pese a no cumplir todavía con la totalidad de las expectativas planteadas y por presentarse este desafío mucho más complejo que lo imaginado, es innegable que la actual conducción ha tenido mucha más capacidad de gestión política que lo que comúnmente se espera de los dirigentes juveniles.
Se ha comenzado a romper de esta manera con la idea generalizada de que los militantes jóvenes deben abocarse exclusivamente a problemáticas y debates propios de su franja etaria, cuando en realidad son las nuevas camadas de radicales las que marcan el ritmo del mundo nuevo de la política, mucho más profesionalizado y creativo que el de las décadas pasadas.
Tras estos doce meses tenemos, en suma, una idea mucho más acabada de las limitaciones de nuestra organización, pero también un diagnóstico más certero de las deficiencias del partido. Avanzaremos, entonces, hacia un segundo año de gestión mucho más comprometido con el rumbo partidario y con la conformación de una estructura política capaz de reemplazar al oficialismo municipal en el 2015.
Proactividad. Durante este primer año la reactivación de la Organización partidaria juvenil era un desafío primordial. Una década de acefalía había hecho mella y la institucionalidad de la JR había desaparecido del escenario.
A tal fin, fundamos un periódico propio, denunciamos los desaciertos del gobierno local, comenzamos un programa de radio, montamos una asesoría jurídica gratuita, visitamos a centenares de jóvenes afiliados, institucionalizamos vínculos con las demás juventudes progresistas, elaboramos sesenta propuestas como plataforma electoral, promovimos un plan para la atención de problemáticas sociales en los comités de circuito, presentamos nuestros proyectos de ordenanza, participamos de una decena de entrevistas en medios locales, impulsamos con éxito la participación de jóvenes en las listas de candidatos y erigimos una biblioteca digital.
Deficiencias. No obstante haber diagnosticado con rigurosidad el problema y pese a contar con la colaboración esporádica y discontinua de nuevos jóvenes radicales, aún no hemos logrado aumentar en forma considerable la cantidad de militantes activos.
Sin embargo, y sin ser un aliciente, en todo el conurbano los jóvenes se encuentran, en mayor o menor medida, en idénticas condiciones que la JR de Avellaneda. Asimismo, a nivel local, la proporción de militantes jóvenes respecto a la totalidad del partido sigue siendo idéntica a la proporción de afiliados jóvenes respecto al total partidario. Ello -la capacidad de aumentar exponencialmente el número de jóvenes comprometidos- es el portón de entrada a un futuro con mayor inserción barrial, mayor visibilidad callejera, mayor cantidad de diagnósticos y propuestas para la ciudad.
¿Desaciertos propios? Los hay, claro que sí, y nos hacemos cargo. Todavía no hemos adquirido la habilidad de elaborar un mensaje que sea independiente de la suerte de la dirigencia provincial y nacional. Debemos ser capaces de promover la participación de los avellanedenses en un Radicalismo con fuerte pertenencia local, dedicada principalmente a afrontar las penurias del distrito. Los desaciertos de la UCR durante los últimos quince años obstaculizan la participación de los jóvenes y empañan la imagen partidaria. En ese sentido, la posibilidad de propiciar un armado político distinto al del resto del conurbano requiere de una creatividad y un esmero difíciles de hallar. Hay límites, se sabe, que resultan insuperables: así, la insuficiente disponibilidad horaria de los militantes que trabajan y estudian es hoy un recurso resignado, pero que rendirá frutos en el futuro.
Balance.
Sin vacilar debe afirmarse que se ha recuperado en este año la institucionalidad. Hoy las autoridades de la Juventud Radical son una referencia ineludible dentro de la estructura partidaria y ese debe ser el primer motivo de celebración; máxime si se recuerda que la última gestión asumió su cargo incapaz de sostenerse y al sólo efecto de complacer intereses de los sectores internos.
Pero el balance también es positivo porque, pese a no cumplir todavía con la totalidad de las expectativas planteadas y por presentarse este desafío mucho más complejo que lo imaginado, es innegable que la actual conducción ha tenido mucha más capacidad de gestión política que lo que comúnmente se espera de los dirigentes juveniles.
Se ha comenzado a romper de esta manera con la idea generalizada de que los militantes jóvenes deben abocarse exclusivamente a problemáticas y debates propios de su franja etaria, cuando en realidad son las nuevas camadas de radicales las que marcan el ritmo del mundo nuevo de la política, mucho más profesionalizado y creativo que el de las décadas pasadas.
Tras estos doce meses tenemos, en suma, una idea mucho más acabada de las limitaciones de nuestra organización, pero también un diagnóstico más certero de las deficiencias del partido. Avanzaremos, entonces, hacia un segundo año de gestión mucho más comprometido con el rumbo partidario y con la conformación de una estructura política capaz de reemplazar al oficialismo municipal en el 2015.
