Arraigados en los valores fundacionales de la Unión Cívica Radical, arribamos a la hora actual con la responsabilidad de ser la levadura moral que devuelva la identidad humanista y otorgue vida nueva a los viejos postulados revolucionarios. El mundo entero agoniza todos los días desangrado por su propia incapacidad, sufre ante la ineptitud técnica y moral para organizar a una sociedad sin acrecentar los beneficios de unos sobre los padecimientos de otros; y frente a este panorama desoladoramente frío e insensible, se encuentran inertes las fuerzas sociales sin siquiera asomar entre sus filas alguien que sea capaz de representar los ideales y las aspiraciones colectivas.
Esta es la Juventud que pretende desmantelar el régimen basado en la exclusión, en la desigualdad material de origen y en la preeminencia cívica y económica del capital. Somos la Juventud que no le teme a confrontar contra los intereses de las minorías poderosas que se han encargado de entregar los recursos e hipotecar en consecuencia cualquier posibilidad de progreso real, para que luego de asegurar su condición de dueños del país, sometan a la Argentina al grado de dependencia política y financiera más escandalosa de toda la historia nacional. Por tal, es imposible concebir un orden social más justo partiendo de la desigualdad económica, que se traduce naturalmente en que sólo unos pocos tengan lo que la gran mayoría no tiene, es decir, -tan simple como desgarrador- que unos puedan satisfacer las necesidades que otros no pueden, que unos coman mientras otros no pueden, que unos se eduquen mientras otros no pueden, que unos se curen mientras otros no pueden.
Esta es la revolución llamada a hacer por la Unión Cívica Radical, porque así lo marca su historia y su esencia fundacional.
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